Un acercamiento a la motivación
Actualizado: 13 ene 2020

La motivación se conforma por un conjunto de factores sociales y biológicos que se entrelazan para participar de manera activa en los procesos de aprendizaje, adquisición de habilidades y toma de decisiones de las personas. Estos mecanismos se desarrollan en la infancia y construyen las bases del comportamiento.
En la estructura cerebral existen circuitos en los que subyacen los impulsos de la motivación, si en una persona el desarrollo de estos no fue el adecuado y se vio afectado por factores negativos, entonces las consecuencias se verán reflejadas a futuro en una falta de dominio para sobrellevar las adversidades que se le presenten en su entorno, como el abandono escolar, la falta de participación en capacitaciones laborales o el acercamiento a las adicciones.
En el cerebro, la motivación es el resultado de neuronas (células cerebrales) que desencadenan la liberación de sustancias químicas en regiones que conectan las emociones, la memoria y la sensación de placer o recompensa a través de la experiencia.
Esto vincula respuestas automáticas a las emociones que sentimos y a las experiencias que las condujeron. La autorregulación interviene durante este proceso para controlar y mantener el poder de los recuerdos y las señales al buscar conseguir una recompensa a corto o largo plazo, lo que influye en las acciones que estamos motivados a llevar a cabo para obtenerla.
Existen dos tipos de motivación: La motivación de enfoque, dirigida a conseguir las recompensas esperadas, y la motivación de evitación, cuyo enfoque evita acercarse a cualquier tipo de amenaza. Ambas conforman un sistema que evalúa y responde adecuadamente a las amenazas reales. Éstas se desarrollan en la infancia y son fuertemente influenciadas por lo que sucede en el entorno de cada niño.
Los niños que se crían en entornos abusivos o altamente violentos sin adultos que los apoyen, tienden a percibir las experiencias como amenazantes y responden a ellas de la misma manera. Cuando no hay un equilibro, la búsqueda excesiva de recompensas o el evitar el peligro puede conducir a una gama de trastornos como: déficit de atención, hiperactividad, depresión, abuso de sustancias, ansiedad y estrés postraumático.
Las sustancias cerebrales también juegan un papel muy importante en el desarrollo de estas motivaciones. La motivación de enfoque estrecha la comunicación entre la liberación de dopamina y las regiones de la emoción y la memoria al vincular recuerdos o aprendizajes con la recompensa que se recibe y las emociones que se sienten. Cuando alguien busca una recompensa casi inmediata, evita el proceso de crear experiencias previas a obtener lo que quiere, por lo que es probable que al conseguirla no cree bases que le ayuden a alcanzar objetivos a mediano o largo plazo.
En la motivación de evitación se asocian emociones de miedo, repulsión o disgusto, por lo que interviene la liberación de noradrenalina y otras hormonas del estrés que desencadenan un sentir de “lucha o huida”, el cuerpo lo demuestra al responder físicamente mediante el aumento de la frecuencia cardíaca, elevación de los niveles de glucosa en sangre y una mayor oxigenación cerebral. Esta respuesta puede ser provocada por una detección instintiva de alguna amenaza potencial (física o emocional). Como ejemplo, podemos reconocer la sensación de asco como una defensa a ingerir o tocar sustancias que puedan ser contraproducentes para la salud.
Esta motivación puede aprenderse a través de la experiencia al momento en que el cerebro predice correcta o incorrectamente qué tan grave puede ser una amenaza y establece bajo qué circunstancias puede evitarla a futuro.
Tanto la motivación de enfoque como la motivación de evitación están influenciadas por factores intrínsecos (internos) y de retroalimentación extrínseca (externa). Si bien todos los organismos tienen el impulso intrínseco de sobrevivir, obtener una recompensa y evitar amenazas, también pueden estar motivados por el placer y la satisfacción inherentes derivados de una actividad en particular.
En los niños, la motivación intrínseca conlleva experiencias motivantes derivadas de las recompensas que traen consigo acciones como la exploración, la participación activa en el juego o el lograr ejecutar una tarea exitosamente. Este tipo de motivación es importante para el aprendizaje y el desarrollo, puesto que asocia la satisfacción y el orgullo por participar en una actividad. En la primera infancia, la retroalimentación positiva tiene un fuerte impacto al vincular las actividades con las emociones.
Los sistemas escolares tradicionales dependen en gran medida de la retroalimentación extrínseca como la relación entre las calificaciones y los reconocimientos, lo que conlleva a que los niños guíen sus impulsos intrínsecos al preferir obtener recompensas positivas y evitar fracasos o castigos. La combinación positiva de impulsores intrínsecos y de retroalimentación extrínseca es la mejor manera para construir un sistema de motivación saludable.
El conocer cómo trabaja la motivación desde una perspectiva científica, demuestra que una motivación sana es la clave para garantizar resultados positivos en todos los aspectos de la vida.
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